En un principio pensé que una lolita solamente era la chica que vestía con pomposos vestidos, llevaba mini hats, cofias y plataformas. Y aunque a mí me apetecía llevar un vestido así, aunque sólo fuese una vez en la vida, pensaba que ya era demasiado mayor como para comprar uno y, mucho más como para cambiar completamente mi forma de vestir.
Y en el fondo eso me causaba cierto malestar.
Cuando era pequeña había usado vestidos de seda con lazos y pololos y combinaciones a juego. Mis abrigos de invierno se complementaban con bonnet y en el pelo siempre había llevado diademas y lazos. Fui así vestida hasta los doce años y entonces, con todo el dolor de mi corazón, empecé a cambiar los lazos y los vestidos por vaqueros y mini faldas. Y ahora... a mis veintitantos, descubría a unas chicas que se vestían como dulces e inocentes muñecas... decididamente yo necesitaba un vestido así. Y entonces, como pude, tuve mi primer modelito lolita, un kuro lolita. Todo offbrand, eso sí, pero ya era un paso.
Y después de haber conseguido aquel primer vestido lolita, empecé a descubrir que detrás de los vestidos, los volantes y los encajes, había mucho, mucho más.
Detrás de todo aquello, había toda una filosofía lolita, una forma de vida, una manera de ver y vivir la vida. Y lo mejor de todo era que, sin saberlo, parecía que yo siempre había sido una lolita y es precisamente por eso por lo que me ha cambiado la vida...
Pero si, en realidad siempre fui lolita, ¿cómo es que me ha cambiado la vida? Pues porque, aunque parece que yo siempre fui lolita, no sabía que lo era. Siempre pensé que había nacido en una época equivocada, que siempre caminaba entre las nubes, que mi imaginación sobrepasaba a los demás y sobre todo, que nadie, nadie me entendía, y entonces... descubrí el lolita. Y descubrí que había más como yo y no sólo chicas, sino también chicos. Otras personas adultas que pensaban, sentían y veían la vida con mis mismos ojos.
Por eso ahora soy feliz, porque ahora sé que no estoy sola.
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